Dentro del ciclo de catas del Casino de Madrid, esta semana presenté a sus socios mi proyecto más personal. Se trata de aquellos vinos especiales que elaboro, desde hace décadas, bajo mi marca. Son esos vinos que reflejan mi compromiso con la excelencia enológica y mi pasión por el terruño. El proceso de creación de estos vinos empieza eligiendo una viña que, por algún motivo, es especial. Estos vinos proceden de fincas excepcionales, que aportan a los vinos una singularidad única. El primero de ellos fue el Carlos Moro Finca Las Marcas, de la Denominación de Origen Rueda, un verdejo fermentado en barrica de una finca de suelo arenoso en Villalba de Adaja (Valladolid). Fue uno de los vinos que más gustó a casi todos los asistentes, entre ellos, invitados relacionados con el sector de la gastronomía y del vino. Allí estaba mi querida amiga María Isabel Mijares, quien reveló a los asistentes la gran anécdota de Bodega Matarromera. La periodista contó con todo lujo de detalles la llamada que me realizó en 1995 para anunciarme que Matarromera había sido galardonado como Mejor Vino del Mundo. «Carlos Moro no era consciente entonces de lo que aquello suponía para España y para el futuro de su empresa», reconoció. Los invitados tuvieron ocasión, también, de degustar uno de los tintos más exclusivos de nuestra bodega de La Rioja, el proyecto que lleva mi nombre. Se trata del CM, un vino exquisito con una potencia y complejidad inusual, pero que a la vez posee una finura y una elegancia en nariz que lo convierten en una auténtica joya. En la cata participaron más de un centenar de socios a quienes agradezco desde aquí su asistencia y la acogida que me brindaron.