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El arte de la poda

Para elaborar un vino excelente hacen falta, sobre todo, dos cosas: Un buen terruño y una persona que sepa interpretarlo. Y sin lo segundo, olvidaros de lo primero. Nosotros acabamos de finalizar la tarea de la poda en nuestros viñedos de la DOCa Rioja, pertenecientes a Bodega Carlos Moro, una de las más importantes del año puesto que con ella garantizamos una óptima circulación de la savia por la planta tras su descanso invernal. Como algunos ya sabéis, a nuestro equipo nos llevó más de dos años de prospecciones la elección de los mejores terruños, pagos y viñedos para elaborar nuestros vinos CM, OINOZ y GARU. Nuestras parcelas se encuentran en la Rioja Alta en el imponente y reconocido municipio de San Vicente de la Sonsierra y en la Rioja Alavesa, en Labastida. La mayoría son viñedos viejos de hasta 90 años que viven en una zona privilegiada y beneficiada por la confluencia de dos climas tan opuestos como el atlántico y el mediterráneo.

Estas viñas viejas atesoran en sus raíces historias fascinantes y sucede como con las personas que cuanto más viven, más cuentan. Su rendimiento es bajo, pero sus racimos poseen una sabiduría extraordinaria. Como comentaba al inicio del artículo, es clave que la persona que lo cuida garantice una larga vida a la viña, como le desearía a un familiar suyo. Esto mismo lo aprendí bien pequeño gracias al señor Gregorio, el encargado de campo que trabajaba junto a mi padre Ursicino. Y así, como podaban nuestros abuelos y nuestros padres seguimos podando este tipo de viñedos apoyado, además, por toda la teoría y experiencia adquiridas gracias a mi formación como ingeniero agrónomo. Porque podar no es cortar palos, la vuelta a las labores tradicionales y respetuosas hacen que la planta viva más y mejor. Tampoco todas las cepas son iguales y cada una necesita una poda correspondiente. Veamos dos ejemplos.

La siguiente imagen, tomada por mí, pertenece a Gallomate, uno de nuestros viñedos de la zona de San Vicente de la Sonsierra. Plantado en 1955 con uva tempranillo posee una altitud de 580 metros sobre el nivel del mar.

En él realizamos las labores mínimas y lo más respetuosas posibles. Aramos su tierra con mulas para ejercer menor presión sobre el terreno y así mantener viva la microbiología y permitir a las raíces que respiren. Sus vides poseen ya muchas heridas de poda y zonas secas. Nuestro objetivo ha sido generar nuevos flujos de savia que nos ayuden a minimizar los daños producidos a lo largo de su vida.

Permitidme ahora presentarles El Acueducto, un precioso viñedo de secano plantado en 1997 a escasos kilómetros del municipio de Labastida a una altitud que oscila entre 555 y 560 metros. La variedad cultivada es tempranillo en espaldera. Pues bien, ahora mismo lo que hemos hecho es una readaptación de esta conducción en espaldera y hemos modificado una estructura de años por una más moderna. Esto nos va a permitir generar una mayor y mejor exposición al sol de la planta y, por tanto, la regulación natural de su vigor.

Realizar esta labor de poda cada año es fundamental para preservar el viñedo y asegurar su continuidad. Tras esta fase seremos testigos del lloro de la cepa al subir las temperaturas y deslizarse la sabia por las heridas de la poda. Todo vuelve a su lugar, todo sigue su curso. El milagro de la madre naturaleza.